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En las tripas del Smackdown de Barcelona: el día que la WWE convirtió por primera vez España en su ring

Nos colamos en el 'backstage' del Olimpic de Badalona, que anoche acogió el primer 'show' de la legendaria WWE rodado en España. "Que todos los niños y niñas sepan que pueden dedicarse a esto", cuenta Axiom, el luchador español que pugna por llegar a lo más alto

En las tripas del Smackdown de Barcelona: el día que la WWE convirtió por primera vez España en su ring
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'Now forever together'. Sobre el fondo azul y las imágenes de la ciudad de Barcelona aparecieron las tres palabras que identifican a Smackdown. Se apagaron las luces, sonó la música y los decibelios empezaron a subir en el Olimpic de Badalona. La WWE, por primera vez en directo para todo el mundo, había llegado a España de la mano de Netflix. Las cuentas de tres sonaban en español, todas las estrellas se animaban a unas palabras en nuestro idioma y el público coreaba el oé, oé, oé. Como si la lucha libre fuera un partido de Primera División.

Se coreaban ya antes de que parte de la plantilla del Barça, encabezados por Lamine Yamal y Balde se acomodaran en primera fila. En español se recibía también la entrada de Charlotte Flair arrastrando su bata de seda por la rampa y el careo con la campeona Tiffany Stratton -batalla campal incluida- rumbo al gran evento de la lucha libre que es Wrestlemania en abril en Las Vegas. También la aparición del campeón mundial Cody Rhodes. Y, sobre todo, en nuestro idioma se celebró el RKO con el que Randy Orton volvía a un ring para dejar a Carmelo Hayes besando la lona.

Barcelona y España estaban entregados ya a los saltos desde la tercera cuerda, a las peleas fuera del ring, a los lanzamientos contra las barricadas. Al espectáculo en su máxima esencia. Porque no hay otra cosa que esa para la WWE. Todo por y para el show. A nadie, tampoco a la empresa, le importa si se pegan o no. Cuenta el ruido, que suban los decibelios.

Pero este día empieza con algunos menos y mucho antes. Y aquí volveremos.

No son ni las 9 de la mañana y, pese a la persistente lluvia, algo más de un centenar de seguidores españoles -también unos muy ruidosos franceses e italianos- esperan a las puertas del hotel en el que se alojan las superestrellas de WWE. Algunos entonan ya la primera estrofa de Kingdom, el tema de entrada del campeón mundial Cody Rhodes. También lo hacen con el I heard voices in my head de una leyenda de este deporte como Randy Orton -que en unas horas será el que levante de sus asientos al público con un brutal RKO sobre Carmelo Hayes- o el Yeet de Jey Uso. Y, por el vestíbulo del Hilton, ajenos a todo esto pasean aún con ropa del gimnasio buena parte de los luchadores. Un atuendo que resalta aún más entre el lujo de su alojamiento.

Por ahí se pasea, café en mano, la campeona mundial femenina, Tiffany Stratton, sin predecir a lo que se enfrentará durante la noche. También lo hace, sin separarse del cinturón, la campeona de los Estados Unidos, Chelsea Green, que va dejando una broma a cada periodista que van accediendo al hotel. «Hola, ¿cómo estás?», saluda con un spanglish difícilmente entendible. Y, entre todos ellos, con mascara blanca y ribetes rojos, Axiom, ese joven que sin saber muy bien cómo salió de una escuela de lucha libre de Madrid, dejó a un lado su carrera como graduado en Matemáticas y ha acabado convertido en una de las mayores promesas de futuro para la empresa. Y, por supuesto, gran reclamo para el público español.

«Yo nunca pensé que iba a vivir esto, no hay nada malo en admitirlo. No había nadie nacido en España que hubiera llegado hasta aquí. Me parecía inalcanzable, pero yo quería intentarlo, quería ser el mejor luchador que pudiera. Afortunadamente, ese trabajo duro ha tenido una recompensa. Estoy haciendo historia y no voy a parar», detallaba ayer Carlos Ruiz, el verdadero nombre de quien se parapeta tras esa máscara con su campeonato por parejas de NXT reposando en las rodillas. «Creo que mis padres me dijeron que sí porque pensaron que era imposible, pero encontré a un grupo de amigos que me guiaron en este camino. Por supuesto que pensé en dejarlo en algún momento. Antes de firmar por WWE, estaba estudiando Matemáticas y me tocó elegir. Fue difícil, pero tomé la mejor decisión».

Así entró a una industria que en el año 2024 facturó 2.804 millones de dólares y que registró unas ganancias de 9,4 millones de dólares. Las cuentas del holding TKO, que incluye la UFC y WWE, crecieron un 67% con respecto al año anterior. Y Netflix adquirió los derechos de emisión de la lucha libre americana para emitirla hasta 2035 por 5.000 millones de dólares. «WWE es uno de los programas más populares de la televisión, es trending topic 52 semanas al año y tiene más de mil millones de seguidores en redes sociales. Nuestro objetivo es crear una nueva generación de fans de la lucha libre y hay una gran oportunidad para seguir expandiéndolo fuera de Estados Unidos», afirma Bela Bajaria, jefa de contenidos de Netflix. «Tener una marca como WWE, que se remonta a décadas atrás, era una oportunidad increíble que debíamos aprovechar. Buscamos oportunidades para contar historias y esta es una de las más perdurables», completa Brandon Riegg, de Netflix.

Y, ayer, por primera vez, se pudo ver un programa televisado que se celebrará en España. Ya en 1991 la WWE se trajo un show al Palau Sant Jordi de Barcelona, pero no se había filmado nunca en territorio español uno que se fuera a emitir como parte de la programación oficial de la empresa. Los que se habían traído a nuestro país, el último hace ya siete años, siempre habían estado en un segundo escalón. «Esto es esencial para que cualquier niño o niña que vea esto con la misma pasión con la que lo veía yo un día sepa que un día puede dedicarse a esto», explica Axiom. «Nunca hemos tenido un show aquí en España así que estoy emocionada de ver a este público. El público en Europa es mucho más eléctrico y ruidoso, mucho mejor que en los Estados Unidos», apunta Tiffany Stratton en la que es su primera experiencia en nuestro país. Las conclusiones que esta joven, nacida en Minnesota, ha sacado por el momento es que «el café es más fuerte», que «el mar Mediterráneo es precioso» y que en Barcelona hay «una iglesia muy grande, preciosa, con una arquitectura increíble». Por supuesto, es la Sagrada Familia que algunos luchadores estuvieron visitando el jueves por la tarde.

«Cuando visitamos otros países, en este caso España y otras partes de Europa, nos sentimos más responsables de entretener a la gente», señala también Damien Priest, otra de las estrellas presentes en Barcelona. «En Estados Unidos luchamos todos los días, aquí pasa una vez al año o una vez en la vida como en España así que siempre va a ser diferente. Y estás más nervioso porque vas a dejar una huella para siempre en los fans», expone el luchador de origen puertorriqueño.

Esos fans son los que, varias horas después y con la lluvia sin remitir, siguen apostados a las puertas del hotel gritando los nombres de sus ídolos. Cuando Axiom sale por la puerta, rumbo a la furgoneta que le llevará al Olimpic, empieza la locura. Selfis, gritos, palmadas en la espalda... Y cuando el que sale es Cody Rhodes, sin renunciar a las gafas de sol pese al cielo encapotada, la locura es total. El campeón mundial de WWE se pone a firmar todo tipo de objetos que van saliendo de las mochilas de quienes le rodean hasta hacerle casi imperceptible pese a su 1,88 de altura mientras a coro cantan su canción de entrada.

Son las 13 horas y aún quedan siete para que comience el episodio de Smackdown . Pero los luchadores van saliendo hacia el estadio en furgonetas. Algunos como Tiffany Stratton tienen por delante dos horas y media de peinado, maquillaje y elección de atuendo para lucir cuando las cámaras se enciendan. Además, antes de que todo arranque, los protagonistas tienen que hacer una lectura del guión y un ensayo sobre el ring que luego pisarán. «No existe una sola vez en la que uno no se ponga nervioso cuando sube ahí arriba. Pero es difícil explicar lo que se siente ahí arriba. Ves al público, miras sus caras y solo puedo decir wow ante ese mar de gente disfrutando lo mismo», explica Damien Priest. Y sigue Tiffany Stratton: «Ahora siento mayor presión sobre mis hombros por e l cinturón de campeona, soy la cara de la división femenina. Esto es muy mental, no todo es el cuerpo. Es una locura pensar que tengo fans, si soy una chica rubia normal de Minnesota de 25 años».

Van pasando las horas y los exteriores del Olimpic comienzan a llenarse de espectadores. Dos horas y media antes del comienzo, la cola da la vuelta al estadio y algo más de medio centenar de seguidores que han pagado un precio cercano a los 600 euros están ya en el interior haciéndose fotos y charlando un minuto con sus ídolos. Algunas de las estrellas se acercan a la prensa, se hacen fotos con los invitados, saludan a algunos niños que corretean por la sala antes de que las luces se enciendan para el show previo a la grabación con un combate por parejas.

Y ahora volvamos al principio. Cuando la música de Cody Rhodes retumba en todo el estadio coreada por los miles de presentes. Cuando la capa de Charlotte Flair resbala por la rampa de entrada antes de que aparezca Tiffany Stratton para destrozarlo todo. Cuando la cabeza de Carmelo Hayes reposa plácidamente sobre la lona tras el RKO de Randy Orton. Y, especialmente, cuando, aunque no estaba previsto en la escaleta inicial, aparece Axiom ante su hinchada, jugando en casa para ganarse la enésima gran ovación de la noche. Todo por el espectáculo, por el griterío enfurecido. ¿Algo de esto es real? Tampoco importa que lo sea.